UNA CONDUCTA QUE DESGASTA
Sacrificios en el amor, los justos. En una relación de
pareja los sacrificios continuados no hacen el amor más grande ni más
romántico; de hecho, es todo lo contrario. Las renuncias continuadas desgastan
y erosionan, nos van alejando de nosotros mismos hasta convertirnos en algo que
no somos. Así, en una relación afectiva más que los sacrificios lo que
importa son los compromisos.
Hay un viejo refrán que dice aquello de que “cuando
te pisen, recuerda quejarte”. En caso de no hacerlo lo más probable es que
alguien coja el gusto de pisarte: asume que no te duele. Esta misma idea la
podríamos trasladar a los vínculos con nuestras parejas. Todos podemos
sacrificarnos por la otra persona en un momento dado, de hecho es algo normal y
perfectamente comprensible.
Sin embargo, nadie puede pasar por alto que todo
sacrificio tiene un coste. Toda renuncia duele. Todo cambio de planes de
última hora no es agradable. Todo cambio de sentido en nuestro rumbo vital por
la otra persona no es fácil, y también escuece, a veces pesa y hasta duele,
pero aún así lo hacemos de corazón porque estamos comprometidos en un mismo
proyecto.
Ahora bien, si la otra persona no aprecia o no es
consciente de ese coste emocional (y personal) que implica cada sacrificio,
iremos por mal camino. La confianza se oxidará lentamente, hasta que tarde o
temprano germinarán los reproches. Los fantasmas de cada renuncia hecha dolerán
en exceso, porque cada pedazo nuestro arrojado por el camino ya no vuelve, se
pierde para siempre.
La abnegación sin fronteras en las relaciones de pareja
es poco saludable. El prescindir, el ceder, el claudicar hoy, mañana y
pasado es un modo triste de aniquilar la propia autoestima y de dar forma
a un sucedáneo de amor tan doloroso como indigesto.
“Si nada nos salva de la muerte que al menos el amor nos
salve de la vida”.
-Pablo Neruda-
Sacrificios en el amor ¿Dónde está el límite?
A menudo suele decirse que los grandes amores, al igual
que los grandes logros, requieren sacrificio. Nadie tiene por qué negarlo.
De hecho, si saliésemos ahora mismo a la calle a preguntar, serían muchas las
parejas que nos podrían hablar de más de una renuncia hecha por la otra
persona, esas que trazaron un nuevo rumbo en sus vidas y que sin duda,
merecieron la pena: ahora disfrutan de un presente pleno y feliz
Ahora bien, hay sacrificios en el amor que no son
admisibles. Es más, son muchos los que siguen pensando a día de hoy, que
cuánto más grande sea la renuncia hecha por la pareja, más auténtico y más
romántica será esa relación. En estos casos, es como si el amor fuera una
especie de antiguo dios atávico al que rendir culto, una entidad por quien
autosacrificarse.
Es necesario entender que no todo vale, que no todo es
permisible. En materia afectiva no hay que inmolarse, porque los sacrificios en
el amor no deben ser sinónimo de abnegación, ni aún menos construir una pira
donde lanzar los propios valores, la identidad y el corazón de la
autoestima. Hay límites, hay barreras de contingencia que es necesario
conocer.
La
disposición al sacrificio es mejor que el sacrificio continuado
Los psicólogos Van Lange, Paul AM, Rusbult y Caryl E,
Drigotas, realizaron un interesante estudio que apareció publicado en
el Journal of personality and social psychology. En él demostraron que una
de las variables que más predecía el compromiso, la estabilidad y la felicidad
de la pareja era la disposición al sacrificio.
Es decir, una persona no necesita que su pareja esté
continuamente haciendo renuncias o cesiones a su favor. Lo que valora es
saber que llegado el momento, si se da algún tipo de circunstancia puntual y
extraordinaria, el ser querido será capaz de llevar a cabo ese sacrificio por
él o ella.
Saber que en los momentos más necesitados vamos a contar
con ese apoyo incondicional y absoluto de la otra parte, es lo que nos confiere
verdaderamente, seguridad y satisfacción.
Sacrificios en el amor y deudas emocionales
Todos sabemos que el amor implica un compromiso. También
tenemos claro que en ocasiones, estamos obligados a llevar a cabo algún que
otro sacrificio para que esa relación tenga futuro, para que se consolide
tal y como deseamos. Es por tanto un medio para un fin donde las ganancias
superan a las pérdidas, y donde además, llevamos a cabo ese acto con seguridad
y libertad porque entendemos que revierte en ambos para crecer como pareja.
Ahora bien, en ocasiones el sacrificio en el amor
puede convertirse en una deuda. De hecho, hay quien lo usa como licencia para
la extorsión emocional: “con todo lo que hecho por ti y tú ahora no eres
capaz de renunciar a esto”, “con las cosas que he dejado atrás para estar
contigo y ahora me vienes con ese acto tan egoísta…”
Este aspecto, el de las deudas, es un detalle que no
podemos dejar de lado por lo tenebroso de su esencia. Porque hay quien
entiende el amor en términos absolutos y por supuesto, extremos: yo te lo doy
todo pero tú también me lo debes todo. Son esas situaciones en las que se
nos obliga también a sacrificar la propia identidad para hacer del “yo” un
“nosotros” y perder así todo atisbo de dignidad.
Para concluir, los sacrificios en el amor, mejor los
justos, puntuales y justificados. Porque recordemos, en materia afectiva
no hay por qué dejar a un lado lo que somos, no hay por qué borrar lo que
valoramos o aquello que nos define.
Podremos hacer mucho por la persona amada, incluso
llevaremos a cabo alguna que otra renuncia… Sin embargo, hay barreras rojas
infranqueables, como ceder ante chantajes o convertirnos en algo que
no somos…
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