Culpar es una tendencia que resulta importante examinar. Para empezar. hay una gran recompensa en culpar. Conseguimos ser inocentes, podemos disfrutar de autocompasión, además de ser mártires, victimas y destinatarios de simpatías.
Tal vez, la mayor recompensa de culpar es que conseguimos ser victimas inocentes: el otro es el malo. Vemos este juego contantemente en los medios de comunicación, en representaciones dramatizadas de culpabilidad, insultos, persecución de personajes, demandas etc. Además de la recompensa emocional, culpar puede traer incluso beneficios.
Culpar es la mayor excusa del mundo. Nos permite ser limitados y pequeños sin sentirnos culpables. Pero tiene un coste: la perdida de la libertad. Y, el papel de victima también conlleva percibirse como débil, vulnerable e indefenso, que son los principales componentes de la apatía y la depresión.
El primer paso para dejar de culpar es ver que estamos eligiendo culpar. Esta es la verdad, por más justificación que queramos hallar en las circunstancias. No es una cuestión de buenos o malos; simplemente, se trata de responsabilización de nuestra propia conciencia.
Es muy distinto ver que elegimos a creer que tenemos que culpar. En estas circunstancias, la mente suele pensar: "Bueno, si las otras personas o acontecimientos no tienen la culpa, entonces debo ser yo". Pero culpar a los demás o culparse a uno mismo es innecesario.
En realidad culpar solo es otro de los programas negativos que hemos permitido que nuestra mente adquiera, porque nunca nos hemos parado a cuestionarlo.
Para superar la necesidad de culpar, es necesario ver la satisfacción secreta y el placer que obtenemos de la autocompasión, el resentimiento, la ira y las excusas que nos damos a nosotros mismos, y empezar a entregar todas esas pequeñas recompensas.
El propósito es pasar de ser una victima de nuestros sentimientos a elegirlos. Si nos limitamos a reconocerlos y observarlos, comenzaremos a desarmarlos.
Entonces, estaremos ejerciendo una elección consciente, y haremos un movimiento importante para salir de la ciénaga de la impotencia. Realizándonos como personas libres para decidir.
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