El viejo sueño del planeta tiene ya miles de años: esta muy arraigado en la mente de todos los seres humanos. El sueño es un ser vivo. Es un arcángel que llegó del Sol.
El espíritu nos empuja a cambiar el sueño, reclama su reino. Cuando entramos en el Sexto Sol, tuvimos la oportunidad de hacer este cambio en el sueño. Más que una oportunidad fue una orden del Sol trasmitiendonos lo que tiene que pasar.
Si abandonamos el sueño del planeta, trasladamos totalmente el punto de reunión al punto de vista de nuestra alma. Primero, desde la parte posterior del alma, veremos quién se enfrenta al sueño. Luego, cambiaremos al otro lado del alma y veremos a quién ve el espíritu. Pasar de una parte a otra del alma implica un gran salto.
Para cambiar una parte de nuestra razón percibe la luz del amor incondicional que llega directa del alma, la abre y deja que el espíritu salga de ella. El espíritu se vincula a esa parte de la razón que reconoce el amor incondicional. Juntos lo pueden todo. Purifican por completo la mente y manifiestan su conocimiento hacia el exterior. Es la parte de Cristo, de Buda, de la razón, que está en total compaginación con el espíritu.
En el sistema energético que conocemos como realidad, la razón es el rey. El tamaño del alma es microscópico al principio, pero está conectada con todas las células de nuestro cuerpo. El alma se aloja en lo más profundo del huevo humano. Está en el núcleo de la voluntad, en la burbuja de la percepción. El espíritu es una pequeña parte del Sol atrapada en la materia. Nuestro ADN está en conexión directa con él. Lo que somos es espíritu.
Cuando se abren ante nosotros dos caminos, debemos seguir cada uno de ellos durante un tiempo. Pronto, descubriremos que uno de los dos no parece ser el adecuado. No importa si nos hemos equivocado. Procuraremos amarnos a nosotros mismos por haberlo intentado. Nos diremos: " Te amo por intentarlo, incluso aunque no saliera bien."
Al cabo de un rato, iremos sintiéndonos cada vez mejor. Es como un músculo que no hemos usado antes. Entonces, empezaremos a desprendernos de la razón y a confiar en cómo nuestros sentimientos reaccionan ante lo que nos rodea. Es un modo de vivir la vida, y es el mejor para evolucionar y ser feliz.
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